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Año 2011
De: Asmara@asmara.com
A: Ariadna@ariadna.com
Asunto: Las ventanas
Mi Ariadna querida:

Todo este tiempo suspirando por ver el movimiento de tus manos y esa forma tuya de sonreír con los ojos y la boca a la vez —un poco antes se ríen tus ojos y los labios enseguida les dan alcance— esperando el milagro que hiciera posible esa visión y ayer, por primera vez, algo me devolvió la esperanza. Y la fe.

Muy temprano en la mañana escuché por la radio la noticia de un premio. Una cineasta joven y bonita de nuestra misma ciudad —lo de bonita lo sé porque vi más tarde su foto en el periódico—,había ganado un premio por su primer largometraje, cuyo sugerente título es “De tu ventana a la mía”.

En el mismo momento que escuché la noticia, me pasó por la cabeza la película de nuestra propia vida. Porque precisamente eso es lo que tú y yo, mi Ariadna querida, venimos haciendo: ir de tu ventana a la mía y de la mía a la tuya, sin respiro. Jamás pensé, mi Ariadna querida, que el profundo amor que siento por ti pudiera mantenerse en el tiempo yendo y viniendo por un espacio vacío, sin sonido, sin luz, a ciegas. A través de un caminoen el que nada existe, salvo un soplo de mi alma tratando de llegar a la tuyasobre unas cuantas palabras.

De tu ventana a la mía, de la mía a la tuya, sin reposo, sin tregua, sin desfallecer. Y aunque no son ventanas de verdad, son un invento maravilloso que nos hemos construido para dar esquinazo a la realidad y creernos que nos asomamos a nuestras ventanas vecinas y nos declaramos nuestro amor. ¿Recuerdas nuestras ventanas, las auténticas, separadas por una sola calle? Qué habrá sido de ellas, quién se asomará ahora, cuántas palabras de amor volarán de la una a la otra.

Pero lo que me ha devuelto la esperanza y la fe es que mañana el mundo cambiará. Nuestro mundo, Ariadna querida, nuestras ventanas de mentira se tornarán un poco más ciertas y nos podremos asomar. De tu ventana a la mía, de la mía a la tuya, sin flaquear, pero temblando. Hoy es un día feliz. ¿Tienes todo preparado? Serán mis cinco de la mañana, las ocho para ti. No olvides abrir esta nueva ventana. Un beso.
Asmara.

Todas las mañanas se abre una ventana:
De: Asmara@asmara.com
A: Ariadna@ariadna.com
Asunto: Buenos días, amor
“Que pases un buen día. Te quiero.
Asmara”

Tres horas más tarde se abre otra ventana:
De: Ariadna@ariadna.com
A: Asmara@asmara.com
Asunto: Buenos días, corazón
“Yo también te quiero. Hasta la noche, amor.
Ariadna”

Por las noches las ventanas se abren de nuevo—con las mismas tres horas de diferencia— cambiando los buenos días por las buenas noches. Y así durante quince años. En su afición por las cifras, Asmara las ha contado. Multiplicadas por doce meses, por treinta días y por dos veces al día, hacen un total de diez mil ochocientas veces que se han abierto ambas ventanas para que Ariadna y Asmara se deseen los buenos días y las buenas noches. Y para seguir respirando.

Continuando con el capricho de los números, esos quince años no son ni la mitad de los que llevan viviendo separadas por más de cinco mil kilómetros. Hace treinta y cuatro años que Ariadna se fue y durante los diecinueve primeros —los mismos que ella tenía cuando se casó con un hombre rico y se fue con él a Dubai, por sacar a su familia de la miseria—, no había ventanas, ni de noche, ni de día. Sólo cartas, largas cartas en las que iban depositando sus alegrías y sus tristezas. Su vida entera. Condenadas a vivir alejadas por su amor prohibido, por la miseria que las perseguía.Su propia vida no les pertenecía. Pero Ariadna ya no tiene el ánimo para contar las cartas, son miles. Así ha transcurrido suexistencia, amándose sin cesar. Y sin verse.

De: Ariadna@ariadna.com
A: Asmara@asmara.com
Asunto: ¿Cómo iba a olvidarme?

Mi queridísima Asmara:
No voy a olvidarme. Pero tengo miedo, Asmara querida. Tras las palabras se me hace fácil parapetarme. Las palabras ciegas no me asustan. Puedo expresar emociones, sentimientos, alegrías y tristezas. Puedo declarar verdades y hasta contar mentiras. No envejecen. No les salen arrugas, no sienten el dolor, ni las penas. Mis palabras son jóvenes,tienen diecinueve años. El paso de los años no ha arrugado las letras cuando te digo “te quiero”. Pero a mí sí, Asmara. Mis ojos dejaron de reír hace años y mis labios renunciaron hace tiempo a alcanzar su risa.
Aun así, lo tengo todo preparado. No quiero renunciar a este milagro. La emoción no me permitirá dormir en toda la noche. Mañana, por fin, nos asomaremos a la ventana, como tú dices. (“De tu ventana a la mía”, qué bonito título). Hasta mañana, amor. Buenas noches.
Ariadna.

La historia de Ariadna y Asmara es una historia de amor. Una historia antigua de amor en la distancia. De amor imposible. De amor prohibido. De amor abocado al olvido. Pero, como las grandes historias de amor, no ha muerto. Justo cuando languidecía, de puro agotamiento, se abrieron las primeras ventanas: las del correo electrónico. Se acortó la distancia. Se mantuvo viva.

Han pasado quince años y una cámara colocada encima del ordenador hará otro milagro. Treinta y cuatro años después.

Son las cinco de la mañana. Las ocho en Dubai. Asmara lo tiene todo listo. En su pantalla aparece una nueva ventana con el siguiente mensaje:

BIENVENIDO A SKYPE
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Embargada por la emoción, coloca la flecha del ratón y pulsa. Busca el nombre de Ariadna y pulsa de nuevo: Video llamada.
De inmediato, escucha el sonido de un teléfono.
A las ocho menos cuarto de la mañana, Ariadna está ya sentada ante el ordenador último modelo que acaba de adquirir. A las ocho en punto oye el sonido como de un teléfono. En su pantalla aparece el siguiente mensaje:
Asmara llamando
Y dos opciones:

CONTESTAR RECHAZAR

Temblándole el pulso pincha en “contestar”. En la pantalla se hace el negro. Después se ve ella misma en un recuadro pequeño. A los pocos segundos aparece una imagen borrosa. Se va aclarando. Una mujer mayor se asoma a su pantalla. El pelo muy corto, entrecano. La piel arrugada. Está llorando. Es Asmara.

Se hace el negro en la pantalla de Asmara. Al momento aparece su cara en un recuadro pequeño. Abajo, a la izquierda,por fin, la imagen trémula de una mujer en la pantalla. Dos mechones de pelo largo y negro enmarcan su cara. Sonríe: primero los ojos, enseguida le dan alcance los labios. Es Ariadna.

La emoción atenaza las gargantas. Se miran. Una ríe, la otra llora. Todavía es pronto para las palabras.

Año 2020. La historia continúa.

 

Publicado en la revista por  | Jun 11, 2020 | Elena Laseca,

La Gaceta de los socios 22Número 22 / Junio 2020

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