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Cuento de invierno (2)

La niebla se le echa encima como una espesa capa que le impide avanzar. Sabina trata de mantener la calma. «Ve despacio», se dice a cada rato. Y el caso es que quiere llegar esa misma noche, la noche del solsticio de invierno. Si llega mañana, se perderá la ceremonia. 

Lleva el coche repleto de velas para llamar al Sol como hacían las sacerdotisas romanas, guardianas de las tradiciones. Es la noche más larga, la más oscura. Mañana comenzará a clarear un poquito antes, pasado un ratito más y así hasta Reyes, cuando «lo notan los bueyes», y así hasta San Blas, cuando «se nota más», y así hasta San Juan, cuando…, esta vez no sabe lo que diría su abuela.

Sabina no ha sido nunca seguidora de tradición alguna, pero este año falleció su abuela. No queda nadie en la familia que haga ceremonias —laicas o religiosas, según el pie con el que se levantaba la abuela—, así que ha decidido coger el testigo.

Se dirige a la casa del pueblo. Allí donde vivió y murió esa sabia mujer. Estará sola. Ha llamado a sus hermanas, a sus primas, a su madre y a sus tías, pero a todas les ha parecido una tontería seguir con esas cosas del solsticio y luego la Navidad y después Reyes y luego el año nuevo chino y un sinfín de celebraciones que nada tienen que ver con ellas. «Quizá para San Juan, que hará buen tiempo y lo de la hoguera es muy divertido», le han dicho.

Pero Sabina no se ha echado atrás. Ha salido tarde de trabajar y llegará, con un poco de suerte, justo a media noche. «Me da igual lo que opinéis, yo voy a ir. Es el único día del año que nos juntaba a todas las mujeres de la familia y no la quiero decepcionar».

Faltan pocos minutos para que den las doce. Ya llega. De lejos la ve. En la casa de su abuela hay luz. Le da un vuelco el corazón. Alguien ha entrado. Para el coche a una distancia prudente. Coge el móvil para llamar a la policía. En ese momento se abre la puerta. Sale su madre, detrás sus hermanas, sus tías, sus primas. ¡ESTÁN TODAS!

Sabina echa a correr hacia ellas y se funden en un abrazo. 

No tendrá que llamar al Sol ella sola.

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