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Decido pasar la tarde del sábado en animada tertulia con unas cuantas amigas. Me acomodo en una silla que me recoge mi espalda dolorida tras unos cuantos días de trabajo duro. La gente transita, pero no se detiene. Me miran y enseguida levantan la vista hacia el rótulo de la caseta. Me vuelven a mirar y continúan su paseo por la feria. 

Cuando ya han pasado más de cincuenta o cien personas sin que a ninguna de ellas le llame la atención lo que tengo delante, me giro y las veo. Allí están, ellas son mis verdaderas amigas. Cada una preservando los tesoros que han construido. Estos, como las joyas expuestas en Tiffany, soportan erguidos las miradas esquivas de los viandantes. Sus bonitas portadas, sus atractivos títulos y sus palabras impresas refugiadas entre sus tapas nos retan desafiantes.

Y hablan, pero solo a quienes les escuchan.

Todo cuanto amé se esconde en este tomo —rompe el hielo Siri Hustvedt

—Lo sé —le contesto—, y yo te amé por contármelo.

Las madres negras me persiguen en los sueños —interviene Patricia Esteban.

Se me saltan las lágrimas escuchándola: “Dos de las madres negras la agarraron de los brazos, la inmovilizaron contra la pared y la golpearon como para arrancarle cada una de las palabras que dijo. Tiraron de ella, la empujaron adentro”.

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, la perdoné —Tatiana Tibuleac trata de que olvidemos la crueldad de las madres negras y nos arrastra hacia la reconciliación, el perdón y el amor.

—Con La hija única, una aprende lo que verdaderamente significa la maternidad —Guadalupe Nettel, surge del fondo de la última estantería. 

Sobre todo —pienso yo—si te anuncian a los ocho meses de embarazo que tu hija no sobrevivirá al nacimiento y aun así continúas luchando hasta el último aliento.

—No desesperéis —nos anima Irene Vallejo—. ¡El infinito en un junco! —nos grita desde la espectacular biblioteca de Alejandría.

Y es entonces cuando caigo en la cuenta de que el libro es ese fascinante artefacto que inventamos para que las palabras pudieran viajar en el espacio y en el tiempo. 

A lo lejos se escuchan mis Voces, que nos arrancan una sonrisa envuelta en música latinoamericana.

Se cierra la persiana de la feria hasta el próximo año.

Pero los libros nos seguirán llamando. Hasta el fin de los tiempos.

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