FERRANTE, Elena, Un mal nombre , (segundo volumen de la saga Dos amigas), Penguin Random House.
Si el primer volumen de esta saga me mantuvo en vilo, a ratos confusa, otros enfadada y, la mayor parte del tiempo, sorprendida, este segundo me ha dejado sin respiración.
Aquí las dos amigas —Lila y Lenù— han crecido. Y lo han hecho tan deprisa que parece hubieran transcurrido un montón de años. Lila se casa a los dieciséis años. Ha renunciado a estudiar, a desarrollar esa inteligencia innata que la hace especial. También es especial por la belleza que ha adquirido, por la desenvoltura, por la atracción que ejerce en los hombres: todos los chicos del barrio están enamorados de ella de una u otra manera. Ella elige a quien le puede proporcionar bienestar, con quien puede dar en cabeza a unos cuantos —su familia incluida—, con quien puede presumir montada en un descapotable, casi con obscenidad. Sin embargo, este afán de salir de la miseria a cualquier precio, Lila lo paga caro. Desde el mismo día de la boda se desencadena su tragedia.
Mientras tanto, Lenù, a trancas y barrancas, continúa estudiando. Ella no tiene ninguna confianza en sus posibilidades y aptitudes para el estudio que, por otra parte, será la única manera de salir de ese lugar en el que la violencia de los padres —en el caso de Lenù— da paso a la de los novios y esposos. Es como si las mujeres tuvieran asumido que, de un modo u otro, han de recibir (iba a decir hostias). A Lenù la tienen que convencer continuamente para que siga estudiando, para que se fie de su inteligencia. Ella sigue los consejos —nunca los de su ignorante familia—, pero en su fuero interno sabe que lo que a ella le cuesta horas y horas de estudio a su amiga le bastaría con echar un vistazo a los libros.
Durante toda la trayectoria de estos años, Lenù sigue admirando y queriendo a Lila, a pesar de que la otra parece hacer todo lo posible por demostrarle que, si quiere, en un chasquido de dedos, le puede quitar todo lo que Lenù ha conseguido con gran esfuerzo: prestigio en los estudios, admiración de los chicos e incluso su gran amor desde que eran adolescentes. De hecho, lo hace. Seguramente por pura supervivencia, de lo contrario, habría que considerarla una mala persona.
El final de este segundo volumen nos deja con un afán irrefrenable de seguir con el tercero. Pero, como ya dije tras leer el primero, hay que tomarse un respiro ante tanta visceralidad.
@ElenaLaseca