GUERRIERO, Leila, La llamada. Un retrato, Anagrama
Cierro este libro y vuelvo a abrirlo al principio para comprobar, tras leer las intensas cuatrocientas treinta páginas, que acaba en el punto que comienza: una cena de amigos. Casualmente no es el principio ni el final de la historia que Leila Guerriero cuenta con maestría, pero que nos da la pista de cómo se ha construido el relato del secuestro por los militares argentinos en 1976 de Silvia Labayru, una chica de veinte años, embarazada de cinco meses. La llevaron a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), lugar donde se torturaba y desde donde se hacía desaparecer a los secuestrados tirándolos al río de la Plata o al mar desde un avión. Silvia salvó la vida. La hija que parió allí, también.
Este es el resumen de la parte más cruda y espeluznante de la historia de Silvia Labayru. Sin embargo, Leila Guerriero va más allá, mucho más allá. Entrevista durante año y medio a la protagonista, que ya tiene más de sesenta años y vive a caballo entre Buenos Aires y Madrid. Leila recoge con habilidad de periodista de verdad, de esa clase de periodismo del bueno, todos los matices que están detrás del propio relato, todos los porqués, incluso los más inexplicables. Habla también con la mayor parte de las personas que tienen o han mantenido alguna relación con Silvia Labayru, las que están vivas y recaba información de las fallecidas: Hija, hijo, pareja, exparejas, amantes, amigas, compañeras y compañeros de militancia —son montoneros—, secuestradas y secuestrados. Transita hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, con la suficiente destreza para que quien lo lea no se pierda.
Al final resulta un fascinante relato —que no pone los pelos de punta como yo suponía y por lo que me resistía a leerlo— en el que se dan todos los ingredientes de una vida, una vida intensa plagada de amores, desamores, buena educación, dolor, éxitos, fracasos, fascinación por los animales, olvidos y rechazos. Estos últimos —los rechazos— los más inexplicables para mí: exiliados argentinos la rechazan por haber sobrevivido a un lugar en el que entraron cinco mil y no llegaron a doscientos quienes salieron con vida.
Esas páginas negras de la historia de Argentina quedan mínimamente compensadas —aunque no haya nada que los crímenes que se cometieron pueda compensarlos— con los juicios y, en concreto, con los juicios por crímenes de violencia sexual cometidos contra mujeres secuestradas por la dictadura y en los que Silvia Labayru fue de las primeras denunciantes, hecho por el que Leila Guerriero se entera de su existencia y decide contar la historia.
No os lo perdáis. Os digo lo mismo que me dijo mi vecino lector: «si no lo has leído, corre a leerlo». Y eso hice. Y no me he arrepentido.
@ElenaLaseca