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El 14 y 15 de octubre participé, un año más, en dos eventos enmarcados en la celebración del Día de las Escritoras 2024, una fecha dedicada a reconocer y visibilizar el papel de las mujeres en la literatura.

El 14 de octubre, el acto organizado por la asociación Clásicas y Modernas y la Universidad de Zaragoza fue especialmente significativo para mí, al regresar a mi antigua facultad para leer un fragmento del libro Opiniones de Mujeres (1933) de María Domínguez, la primera alcaldesa republicana en España. Sus palabras, que aún resuenan con fuerza en nuestra lucha por la igualdad, nos recordaron el poder transformador de las voces femeninas en la historia.                                                                                                                                                                               

(…)Recordad la Semana Trágica de Barcelona, el fusilamiento de Ferrer y el carbonerillo Clemente García.

Recordad a Galán y Hernández.

Pensad en los obreros encarcelados por reclamar un poco de justicia.

Todo ello es obra del nefasto Alfonso, que no se resigna a vivir con los millones que nos ha arrebatado, sino que conspira, conspira contra la naciente República, y trata de volver a oprimirnos y chuparnos el poco jugo que aún queda en España.

Mujeres del presente, el porvenir está en nuestras manos. (…)

 

El 15 de octubre, participé por segundo día consecutivo en otro evento, esta vez organizado por el Patronato Municipal de Bibliotecas y la Asociación Aragonesa de Escritoras y Escritores, en la Biblioteca Pública Manuel Alvar. En esta ocasión, leí un fragmento de Las olas de Virginia Woolf, una de las descripciones más bellas y poéticas de un amanecer que encontré en la literatura. Woolf, con su particular maestría, nos invita a conectar la naturaleza con nuestras emociones, y sus palabras nos envuelven en la belleza y serenidad del momento.

A modo de entremés, comparto aquí el primer párrafo de este fragmento tan evocador:

«El sol se alzó más. Olas azules, olas verdes, dibujaban rápidos abanicos en la playa, rodeando el hierro vertical clavado en la arena, y dejando aquí y allá superficiales charcas de luz. Cuando se retiraron, quedó una sutil línea negra en la arena Las rocas, antes suaves y neblinosas, se endurecieron y quedaron marcadas por rojas grietas.

Ambos actos me recordaron la importancia de seguir celebrando y visibilizando las voces de las mujeres en la literatura. Agradezco a todas las personas y organizaciones que hicieron posibles estos eventos, y espero que sigamos impulsando la memoria y el reconocimiento de las escritoras, cuyas obras siguen inspirando y transformando nuestra forma de ver el mundo.

 

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