Año 2021
Zoraida sale de casa apresurada. Llega tarde a clase. Está estudiando Derecho. Su sueño es convertirse en abogada para defender los derechos de las mujeres afganas. Vive en Kabul y las noticias que su amiga Bashira le envió la noche anterior son preocupantes. La Universidad está revuelta, pero ella es optimista. «Una vez que hemos llegado hasta aquí, no hay vuelta atrás», no se cansa de repetirle a Bashira. Al llegar, se encuentra la puerta cerrada. El desorden, el desconcierto, la confusión han invadido su facultad de Derecho, a la que con tesón había conseguido entrar, a la que, desde hacía dos años, acudía feliz. Busca a Bashira con la mirada y la ve rodeada de unas cuantas estudiantes en la parte de atrás del edificio principal.
—¿No te has enterado? —pregunta su amiga en cuanto se acerca.
Zoraida niega con la cabeza. Se ha pasado la noche estudiando, no ha escuchado noticias, lo único que le importaba era el examen que por lo visto no iba a poder hacer.
—El nuevo canciller de la Universidad de Kabul nombrado por los talibanes —continúa Bashira en voz baja— ha prometido librar a la Universidad de Kabul de pensamientos occidentales e infieles. Pero eso no es lo peor. Va a imponer una política de segregación que quiere decir que mientras no se proporcione un verdadero entorno islámico para todos, no se permitirá a las mujeres acudir a las universidades ni trabajar. El islam primero, dice.
—Eso no puede ser —susurra Zoraida, incrédula.
El terror las acaba engullendo.
Año 2024
Más de mil días después, Zoraida vuelve a salir de casa apresurada. Esta vez no se dirige a la universidad. Ha sido clausurada para las mujeres. Pero ella no se ha rendido. Vestida con un burka —la ropa «normal», como ella la llama, permanece arrumbada en un rincón del armario—, camina con precaución para no ser detectada por ningún talibán, hacia la sede de una asociación de mujeres que en la clandestinidad sigue luchando por los derechos arrebatados a las mujeres. Esa tarde van a terminar de confeccionar las diez pancartas que al día siguiente pasearán por las calles de Kabul con gran riesgo para su integridad física e incluso para su vida. Las pancartas mostrarán la reivindicación de todas las prohibiciones que desde hace más de mil días sufren las afganas:
ACCESO A LA EDUCACIÓN; ACCESO AL MERCADO LABORAL; LIBERTAD EN LA ROPA DE VESTIR; REAPERTURA DE LOS SALONES DE BELLEZA; LIBERTAD PARA SALIR DE CASA SIN UN MAHRAM (hombre de parentesco cercano); LIBERTAD PARA PRACTICAR DEPORTE; NO A LA SEGREGACIÓN EN EL TRANSPORTE PÚBLICO; LIBERTAD SEXUAL Y PARA ELEGIR MATRIMONIO; DERECHO A SER VISTAS; LIBERTAD DE EXPRESIÓN.
Están acabando la última pancarta. Bashira se vuelve hacia Zoraida. Su mirada es desoladora.
—¿Ves como sí había vuelta atrás?
Zoraida, desprendida del burka, la mira fijamente a los ojos.
—La lucha no ha terminado. No podrán con nosotras —responde con determinación.
@ElenaLaseca
Ilustración (acuarela): Mercedes de Echave