Este año estoy más optimista. La ley del aborto la echamos abajo. Y, a lo largo del año, he visto a cientos de chicas jóvenes —muy jóvenes— en la calle. No quieren callarse. Para mí, son dos motivos más que suficientes para estar más optimista. Y hoy me apetece estarlo, así que dejaré de lado todos los demás motivos —que haberlos haylos— que me arrastran al pesimismo. Eso lo pensaré mañana.
Hoy, ocho de marzo de dos mil quince, quiero compartir con el mundo un poema porque, si de algo estoy segura, es que hay que agarrarse a la literatura para luchar por un mundo mejor. Conjugado en femenino.
El poema es de una mujer poeta, Anaís Pérez Layed, con la que compartí una breve etapa de mi vida, muy feliz. A ella la perdí y la recuperé y la he vuelto a perder, pero sólo de momento.
CONQUISTÉ
He visto llegar días oscuros
Abandoné las hojas muertas
que cubrían mis ojos
y decreció la negrura
como agua en el estío
Despojada de lastre
conquisté fulgores imposibles
la intensidad
que duerme en las violetas,
el amor
descubierto furtivo
—como un cometa fugaz—
en la mirada.
Y me protejo de los días oscuros
para que no regresen.
Incansable guardiana
del verde de la hierba,
levanto mi muralla de luces,
defino la sombra que la envuelve
y la incendio.
Anaís Pérez Layed