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Recuerdos destrozados

El «4 Latas» rojo está aparcado en medio de la plaza del nucli antic, en el mismo lugar desde el que, cada septiembre, esperaban —con una extraña mezcla de felicidad y temor— la llegada de los diables echando fuego. Pero no son los diables los que aparecen por una de aquellas bocacalles, sino un puñado de recuerdos que se presentan en tropel en la mente y el corazón de Indara.

Cierra los ojos y los ve venir, agolpándose unos sobre otros, como las penas que canta Silvia Pérez Cruz, la maravillosa canción del cubano Sindo Garay: «Las penas que me maltratan son tantas que se atropellan y, como de matarme tratan, se agolpan unas a otras y por eso no me matan». Y, quizá por eso mismo, no la matan a ella los recuerdos. Pero le duelen, le duele que alguien se dedique a destrozarlos, a borrar su pasado, los lugares en los que fue feliz. Con él.

Ese local africano en el que se refugiaron una noche lluviosa y fría de un mes de noviembre, cuando no había donde meterse. Allí los acogieron, les ofrecieron calor, buena bebida, maravillosa música y regalos —ni habían caído en la cuenta de que era Halloween—. Desaparecido, sin avisar.

Y el famoso «Chiringuito Marino», con sus únicas croquetas de gambas rojas —todavía no se le había manifestado a Indara, por dicha, su alergia a los crustáceos—, ella y su amor celebrando la vida, rodeados de mar.

Y, de repente, aparece ella, la vieja estación, la de Penélope de Serrat, la misma. ¿A quién se le ha ocurrido la mala idea de cerrarla y dejarla caer? Ya no pasan trenes. ¿Qué hará Penélope ahora?

No puede seguir recordando, se le quiebra el cuerpo. Pero a su amor nadie va a borrarlo. Ese recuerdo permanece intacto: su rostro, su manera de reír, su forma de andar, de mover las manos, de besarle el cuello por detrás. Estará ahí para siempre. En su mente y en su corazón. Jamás olvidará todos los momentos vividos, los buenos y los malos. Su queridísimo amor no desaparecerá, mal que les pese a quienes destrozan sus recuerdos sin piedad.

El Universo los confunda.

Elena Laseca

Cambrils 7 de abril de 2022

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