TEIRA CUBEL, Félix, Fuego frío, Prensas de la Universidad de Zaragoza
El fuego frío no quema, ni supone ningún peligro. Tras leer «Fuego frío» de Félix Teira Cubel, esta declaración deja de ser válida. Los personajes de esta novela —escrita con una corrección que se agradece— queman y son absolutamente peligrosos, sobre todo para sí mismos. En muy pocas páginas, Félix nos adentra en varios universos internos de los que hemos visitado alguna vez: la ambición, la culpa, el deseo, la venganza y algo parecido al arrepentimiento, sin llegar a serlo.
Durante la mayor parte de la historia de esta familia de tres hijos varones, abandonados por un padre de ambición ilimitada y ganas de vengarse de sí mismo, ha sobrevolado un silencio que se vuelve tenso tras la muerte del patriarca. El mundo de los nietos —hasta entonces apacible y sin excesivas estridencias— se vuelve del revés. Lo que pensaban que era deja de ser y lo que es no acaban de comprenderlo.
Me sorprende a veces el lenguaje de los diálogos. Muy juvenil en contraste con el de la narración, en la que Félix utiliza términos de un lenguaje culto. Y me deja atónita el viaje que se recorre al leerla, corto pero intenso, desde una sensación de intrascendencia hasta lo más trascendente y sobrecogedor.
Cuando acabé de leer «Fuego frío», mi veredicto, la primera expresión que me vino a la mente fue: «muy masculina», con lo que sea que eso signifique.