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Las-mejores-frases-de-amigos-que-se-alejan-por-un-viaje

Conoció primero a la hermana mayor. Y se enamoró de inmediato. Esos grandes ojos, llenos de vida, le arrebataron el corazón.

Fátima acababa de salir de una relación tóxica, diabólica, infernal, virulenta y perversa, que había durado mucho más de lo razonable. Y, tras una temporada de vida solitaria —necesaria para recobrar la confianza en el ser humano—, se topó con esos grandes ojos, llenos de vida y se fue detrás.

—He caído rendida a sus pies —fue lo que me dijo cuando me lo contó—. Jamás imaginé que me volvería a enamorar, pero es hermosa y generosa hasta doler.

Al cabo de unos meses, conoció a la hermana pequeña. Estaba enferma. Irremediablemente enferma. Sus ojos eran idénticos a los de la mayor, pero sin vida. Se moría. Y la hermana pequeña se enamoró de Fátima.

—Me mira con una tristeza tan auténtica que me mata —fue lo que me dijo cuando me lo contó.

Fátima se fue con ella, con la hermana pequeña, a una casita junto al mar, propiedad de la mayor.

—Es el mejor lugar que conozco para contemplar el amanecer —les aseguró la hermana mayor—. Y para amar.

Allí, retiradas del mundo, Fátima y la hermana pequeña, disfrutarían de los últimos amaneceres, de las últimas puestas de sol y harían el amor por última vez.

Fue el mejor regalo que encontró la mayor para compensar que no podía salvar la vida de su hermana pequeña.

Y Fátima lo aceptó.

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